Música Culta
La Música Culta
La
música culta es también conocida como música clásica, docta o académica.
El apelativo de música clásica es un término muchas veces
impreciso pero profundamente arraigado e institucionalizado en
la sociedad, además del modo habitual de referirse a otros vocablos similares,
que aparece por primera vez en el Oxford English Dictionary de 1836. Implica
todo tipo de consideraciones teóricas, estéticas y
estructurales, y habitualmente conlleva una larga tradición escrita, por
lo que sus intérpretes suelen tener años de formación en un conservatorio.
Relación entre la música culta y
la música nativa en América
A
principios del siglo XIX varios países en América lograron su
independencia, aunque la vida musical siguió siendo un reflejo de lo que
sucedía en Europa, sobre todo en España. La más importante de todos es, sin
duda, la intensa relación entre la música culta y la popular.
Antes
de acabar el siglo XIX, varios compositores en distintos países comenzaron
a escribir una música que se diferenciaba de los modelos europeos. Se trataba
de pequeñas piezas para piano, muy relacionadas con los bailes populares. Ese
fue el inicio del nacionalismo musical en América.
La
complejidad de la estructura de estas músicas hace de ellas un arte de
especialistas e imposible la transmisión por vía oral. Pero, en cada país
incluyendo los de Europa, existe paralelamente una música de tradición oral. Es
la música de las clases populares. Creada por ellos mismos y para ellos mismos,
puede ser comprendida por todos y es posible para todos ejecutarla. Es música
simple, a la vez en su estructura, su melodía y su ritmo lo que le permite ser
conservada por medio de la memoria colectiva. Está generalmente constituida de
un corto motivo rítmico-melódico que se repite constantemente, dando lugar a
numerosas y delicadas variaciones. Esa música se caracteriza por una curiosa
utilización de los instrumentos y de la voz, explotando todas sus posibilidades
de emisión: el hablado, el grito, unas voces roncas o muy agudas. Pero su
objetivo no es el sonido puro o el virtuosismo, sino la transmisión de un
mensaje. Es una música funcional porque tiene un significado para el pueblo que
la crea.
Acompaña
entonces los trabajos de la vida diaria, los acontecimientos propios a nuestra
naturaleza (nacimientos, muertes); en fin, está presente en las celebraciones
religiosas (música de transa para entrar en contacto con las divinidades en
África etc.) Esta música de la vida, íntimamente ligada a los hábitos y
creencias, expresa la identidad de un pueblo. Siendo en general culturas de
auto subsistencia, la música es el único instrumento de su liberación.
El
continente americano en su conjunto, no posee música culta propia; en cambio
tiene una gran diversidad de músicas populares. Por otro lado, ha recibido la
influencia exterior, trayendo consigo un amplio fenómeno de aculturación que ha
hecho desaparecer la cultura propia en muchos lugares. A pesar de esto, los
países andinos han conservado un recuerdo de las manifestaciones musicales
ancestrales.
La relación entre la música culta
y la sociedad
Tradicionalmente
se ha considerado que la música culta es la que admira la gente culta (en otras
palabras la elite cultural, económica y política). El sociólogo francés Pierre
Bourdieu (1930-2002) estableció que la cultura se manifestaba ante todo
como un instrumento útil concebido a conciencia para marcar diferencias de
clase y salvaguardarlas; cada oferta artística estaba dirigida a una clase
social específica, en tanto que era aceptada únicamente por esa clase. El
gustos de las elites que apreciaba la «alta cultura» y la «música culta» en
contraposición a los gustos mediocres típicos de la clase media o a los «gustos
vulgares» venerados por las clases bajas. En esta visión la música culta se
contrapone a la música popular.
Para Zygmunt
Bauman esta concepción ha perecido, en la actualidad se vive en una
sociedad de consumo. En ella la cultura es un conjunto bienes o experiencias
concebidas para el consumo. Hoy la cultura no consiste en prohibiciones sino en
ofertas, que se corresponde bien con la libertad individual de elección, donde
la música culta es tan solo un producto más de consumo. Hoy el individuo puede
consumir música popular y música culta sin distinción de clases.
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